En plena fase de “nueva normalidad”, el vínculo social que tenemos con las personas, ya sea familiar, personal o profesional, se va recuperando presencialmente de forma paulatina, si bien, los canales digitales han “ganado” un espacio considerable tras los acontecimientos por todos conocidos de estos últimos meses. La tecnología ha procurado que el contacto y los vínculos sociales se mantengan pesar de la distancia, pero, obviamente, no pueden reemplazar las interacciones físicas inherentes al ser humano.
En este contexto de cambios, la planificación de eventos, en el sentido amplio del término, responde a esta necesidad social, asumiendo un modelo intermedio entre lo virtual del nueo paradigma y lo presencial del tradicional, y, en todo caso, garantizando todas las medidas de salud que dicta el marco legal emanado de la pandemia por parte de las instituciones. Si bien, el gran evento de masas, por razones obvias, sigue en stand-by y con un futuro incierto, los Juegos Olímpicos, por ejemplo.
Nuestro trabajo como organizadores de eventos debe encontrar el término medio entre la digitalización y el mantenimiento de la esencia y la magia sensorial que emanaba del mismo antes de esta crisis: la tematización, el ruido causado por la alegría de los otros participantes presentes, la música de fondo, el ritual de los saludos, los brindis, la charla presencial etc … todo esto no se puede percibir en su dimensión más auténtica cuando estás en casa, con el móvil, la tablet o el PC. Nuestro trabajo debe enfocarse en eso, respetando escrupulosamente las medidas restrictivas e higiénicas para proteger a los participantes y a los organizadores, saber provocar emociones y experiencias memorables contra viento y marea. Maximizar dentro de lo posible el factor humano del evento.
Estamos en una situación donde los eventos están despertando poco a poco de su letargo obligado. Estos eventos de nueva cuña (“nueva normalidad”) tendrán que aportar algo nuevo en su contenido, en su concepto creativo, en su mensaje, en su forma de llegar al público, etc, que esté por encima del miedo o la incertidumbre que le puede generar a los potenciales participantes estar presentes en un evento con tantas normas y restricciones por obvios motivos de seguridad.
En este sentido, como profesionales de los evento hemos sido proactivos y estamos implementando las medidas necesarias y adaptando hábitos, por ejemplo, la restauración en condiciones de seguridad, la reducción del aforo, espacios seguros, la adopción de medidas higiénicas, la formación adecuada de nuestro equipo, etc, para poder materializar los mismos desde el punto de vista legal y de responsabilidad social frente a esta pandemia que nos atañe a todos.
Para los organizadores del evento, tras el “shock” inicial, el período de confinamiento ha supuesto un buen momento para reflexionar y percatarnos de la auténtica dimensión social y humana de nuestra profesión.
Tenemos un gran reto en nuestras manos, reinventar la experiencia de la reunión física asegurando las condiciones de seguridad sin renunciar a la gratificación sensorial y memorabilidad que supone la misma, ofreciendo al mismo tiempo, y complementariamente, la experiencia desmaterializada y virtual a traves de las nuevas tecnologías.