Todo evento requiere unos preliminares. En efecto, se trata de determinar qué tipo de evento se desea llevar a cabo, saber quién corre a cargo de la organización del mismo, escoger una fecha y un lugar, establecer un programa, un cronograma, preparar las acciones de comunicación, ver de qué recursos se disponen, etc…  pues una preparación eficiente es sinónimo de éxito.

En el origen de numerosos eventos se encuentra un impulso nacido de una decisión personal o corporativa, de un mandato, de un “tendríamos que haber organizado algo en relación a … , hace ya mucho tiempo”. Antes de ponerse con los preparativos propiamente dichos, el gestor de eventos debería plantearse y darse respuesta, como mínimo, a las siguientes cuestiones: ¿Por qué es necesario organizar un evento? ¿Con qué propósito? ¿Qué resultado se desea lograr?

La respuesta a estas tres cuestiones concatenadas será determinante para el tipo de evento que finalmente se organizará, para el “ambiente” que se desea crear y para el “corpus fundamental” del contenido del programa. De una forma más concreta, más allá de la rentabilidad en el sentido amplio del término ¿cuál puede ser la finalidad de organizar un evento?

Una vez definido el objetivo, también es importante establecer la atmósfera que desea crear. Las estrategias, normas y valores de la organización deben estar presentes para conseguirlo. Ejemplos:

La otra piedra angular de un evento exitoso es realizar un análisis exhaustivo del público objetivo. Algunas preguntas imprescindibles para definir el target son:

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