El evento se caracteriza por la “ruptura” que provoca en un proceso, un hábito, una narrativa, una evolución, etc, en el seno de una organización, que a su vez supone el comienzo de una estrategia de comunicación. Está diseñado a medida, siguiendo la lógica de la marca y la identidad de la empresa o institución organizadora y/o promotora. Tiene dos características básicas inherentes a todo evento:
– Dure una hora o una semana, se produce en una fecha y en un lugar (o lugares).
– En función de su magnitud, atrae a una cierta cantidad de personas: actores interesados y/o públicos objetivos.
A grandes rasgos podríamos establecer la siguiente tipología de eventos:
- Para el público interno de la organización: convenciones corporativas, lanzamientos de productos, seminarios, foros, reuniones, incentivos, viajes, etc.
- Para un público externo segmentado en función de su campo de interés: conferencias, reuniones generales, convenciones de los clientes, congresos simposios, exposiciones, ferias, espectáculos, viajes, etc.
- Para todos los grupos de edad: cumpleaños, fiestas, bodas, inauguraciones, jornadas de puertas abiertas, etc.
- Para el público en general: acontecimientos históricos, culturales, deportivas, eventos de ventas, giras promocionales, eventos en la calle, etc.
La comunicación de eventos busca resaltar lo distintivo, lo espectacular y lo fuera de lo común, y puede dirigirse a los clientes/consumidores/usuarios, a la prensa y a los propios empleados de la organización, permitiendo en los casos de éxito la obtención de efectos de imagen y la cobertura mediática.
La comunicación de eventos es reciente y sus límites no están claros, implica de lleno a las técnicas de relaciones públicas y a las herramientas de comunicación corporativa tanto de carácter externo como interno. Se articula nomalmente en torno a:
- La comunicación a través de eventos especialmente diseñados por las empresas para este fin.
- La participación de marca en eventos organizados por otros: patrocinio o mecenazgo, etc.